miércoles, 1 de julio de 2009

-CASI NADA-
Capitulo I


Una tarde de diciembre del 2007 para ser exactos, salí de la casa de un amigo de años a eso de las 19Hs y me fui para la parada del 60. En el trayecto que me llevaba a dicho destino, casi sin buscarlo, descubro lo peor, me faltan 25 centavos para poder sacar el boleto. Ya había caminado unas cuantas cuadras para volver a pedirle a mi amigo que me de unas moneditas. No me quedaba otra que cambiar, en algún lado, los últimos 10 mangos que me quedaban en la billetera.
Pase por 4 kioscos, un puesto de flores, una estación de servicio y una panadería y como era de saberse nadie me quiso cambiar el billete y darme una moneda. Ni siquiera comprando algún producto.
Caminando con cero esperanzas a otro local de chucherias, diviso, como si fuera un oasis, dos obnis en el piso (objetos brillantes no identificados).
¡Que sean dos monedas! Me dije a mi mismo en silencio varias veces. Casi como si tuviera la explosión y el arranque de Messi hice tres pasos y me detuve, agudice la vista y sentí en mi interior un festejo medido con la certeza de saber que si, ¡ERAN DOS MONEDAS! Mas calmo, comencé mi avance, paso a paso, hacia el objetivo y me puse más pretencioso. Que no sean chiquitas, volví a suplicarme, ya que, si en el mejor de los casos, eran dos de diez, seguía sin servirme del todo. Luego de unos seis pasos, mirando para todos los rincones del lugar por si de atrás de un árbol saliera algún ser humano a grito de “¡Esa plata es mía, che! Se me cayo recién”. Me agache lentamente y tome ambas monedas. Sin abrir la mano seguí observando toda la cuadra y caminando como si nada pasara, apreté el puño mirando al cielo grite de manera muy íntima e insonora: ¡Vamos carajo! Son de las grandes.
No me destaco por ser una persona dichosa, todo lo contrario, si me olvido el paraguas llueve, si lo agarro sale el sol. Llego a la estación de tren y siempre hay un desperfecto técnico, y miles de situaciones mas por el estilo. Definitivamente hoy era mi día.
Con media sonrisa de lado abrí la mano derecha y miré sobre mi palma una moneda de 25 centavos y una gloriosa y no tan bien ponderada bicolor de 1 peso. Excelente.
Camine hacia la parada de bondi más cercana, esperé un largo rato sin ningún tipo de problema. A la suerte ya no le podía pedir mas nada por el día de hoy.
Llego, me subí, pedí el boleto con vos fuerte y segura y con la misma sonrisa de lado caminé y me senté en esos asientos de a uno que tienen del lado izquierdo algunos colectivos y, mientras viajaba, me puse a pensar. ¿Qué se puede hacer con un peso? ¿Qué puedo hacer yo con este peso que me encontré?
Sin ir más lejos se puede comprar un boleto de corta distancia en provincia o comprar un alfajor, un paquete de figuritas, una naranja, cinco caramelos, un encendedor, 5 tornillos, un rollo de papel higiénico, un lápiz, un CD virgen, 5 fotocopias, un sobre de jugo instantáneo, etc.
Casi nada, ese peso que me había encontrado hacia unos minutos y me hizo tan feliz era ahora “casi nada”.
Llegue a casa, me bañe, comí, mire tele y me dormí pensando en ese redondo peso y soñé.